En un vaso nadan apresuradas las colillas,
y el cuerpo celeste transmuta con el ámbar,
y las uñas arrancan su rabia en el precipicio.
El beso se desploma invisible en los bordes
de un eclipse de inevitables distancias.
Cuando el diluvio apresure en nuestras Almas,
y en el espejo habite el reflejo de lo que fuimos.
Cuando la piel quede inexplorada,
y las ansias se pierdan por otros dominios.
El tinte inconfundible de la noche,
clavará sus afilados colmillos
sobre el oro fundido;
saciando su envidiosa actitud.