sábado, 25 de septiembre de 2010

Se perdió...

A donde fue…
Dicen que se perdió en los mares de sus propias lágrimas.
Allá en la lejanía, donde el vértice afila la vista,
cautiva Dios sus propios límites, sin pena ni compañía.

Nunca hubo nadie…
Ni flores, ni Querubines, sólo un fugaz remordimiento;
limpio e inocente, cual muñeco de trapo que duerme.
Ni las plegarias pudieron plagiar el dolor de su tristeza.

Declinaba su sonrisa...
Mi niño lindo se sentaba alegre en su reflejo de Luna,
y se veía retozando solo entre despojos de espuma.
Agria sus dulces manos que infunde los juguetes rotos.

Diáfana su ingenua mirada…
Y dentro de su iris, el Sol pálido de la impoluta mañana
se columpiaba en las curvas y desvanes para alegrar su alma.
Tantos recuerdos bajo la llave del miedo en aquellos ojos.

2 comentarios:

  1. No declines jamás una sonrisa, ni dejes que se pierda tu ingenua mirada. Tú lo has dicho de esa forma especial y sensible que se escribe desde el corazón.

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  2. Gracias mi amigo por tu comentario. Sincero, hermoso y directo. Un abrazo

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